Hoy
hemos asistido a un acto emotivo, entrañable y como siempre NECESARIO: La
presentación del Libro “Me lo decía mi abuelito” de Alberto Valenzuela, en su
localidad natal de El Marchal.
Un acto que se convierte, como
tantos otros, en una oportunidad para exigir VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN.
El pasado 12 de enero se cumplía el 76
aniversario del fusilamiento de MANUEL VALENZUELA POYATOS, en Guadix (Granada).
“MANUEL VALENZUELA POYATOS, alias El
Peleón, nació el día 16 de octubre de 1905 en Marchal. Hijo de Lorenzo
Valenzuela Cobo, natural también de Marchal y de Ana Poyatos García, la mama
Anica, nacida en Albuñán.
Manuel, como todos los niños pobres de su
época, no pudo asistir a la escuela más que en períodos breves cuando el
trabajo en el campo se lo permitía. A pesar de no haber tenido una completa instrucción
tenía una inteligencia y un sentido común propios de un niño superdotado. Como
el resto de los niños pasó su infancia sobreviviendo a las hambres y a las
enfermedades. No tuvo adolescencia porque en aquella época la madurez llegaba
pronto. Era trabajador, honrado y responsable. Vivió su vida con inquietud y
con preocupación por su porvenir y por el de los demás. No entendía y no
aceptaba aquella situación tan lamentable en la que los que habían nacido
pobres debían morirse pobres y aceptando el papel que la vida les había
otorgado, pasando penalidades y hambre, dejándose la existencia en buscar una
mínima supervivencia; y, sin embargo, había otros, que tenía oportunidad de ver
todos los veranos en la Casa del Amo, que lo tenían muy fácil y que por razón
de nacimiento se les había otorgado una vida tranquila y placentera llena de
comodidades, suculentos alimentos, medicinas, ropa nueva y poco esfuerzo.
No creía que la vida del jornalero fuera
una condena a cadena perpetua y se prometió que conseguiría cambiar aquella
realidad. No se conformaba con la vida que llevaba. Aspiraba a tener una
familia y quería para sus hijos un futuro mucho mejor que el suyo. Y también lo
quería para los demás. Sin apenas darse cuenta su conciencia social y política
se fue consolidando. Compartió sus inquietudes con otros jóvenes que como él
también tenían ilusiones de cambio. Alguno habló de socialismo, de cosas que se
estaban haciendo en otros países y en otras ciudades por gente que como ellos
no aceptaban que su situación fuera irremediable.
Empezó a leer panfletos y libros escritos
por políticos y luchadores que explicaban el porqué de la realidad aquella y
que decían que era posible cambiar esa sociedad con la lucha y la unión de los
pobres, de los campesinos, de los obreros.
Decidieron organizarse, afiliarse al
partido socialista y crear una organización sindical de la UGT en el propio
Marchal, que llegó a contar con treinta afiliados. Hablaron a la gente de la
República, de la necesidad de actuar para cambiar las cosas y acabar con
aquella monarquía corrupta que solo velaba por los más poderosos. Celebraron
con enorme júbilo el 14 de abril, la declaración de la Segunda República,
aunque tuvieron que esperar varios días hasta ver ondear la bandera tricolor en
su ayuntamiento.
Manuel y los suyos, tuvieron que trabajar
contra corriente, en un pueblo que no acababa de aceptar el cambio político
obrado en el país y donde siempre gobernaban las derechas gracias a los manejos
y presiones de los poderosos. Tuvo como todos los jornaleros y campesinos
pobres que seguir batallando contra las prácticas caciquiles que seguían
imperando a pesar de la llegada de la República y ocupar su tiempo, además de
en su militancia política, en llevar a casa el sustento para los suyos. Su propia
familia. Se había casado con Mercedes, dicen que la moza más guapa que había
por la comarca con la que tuvo cinco hijos: Asunción, Manuel, Lorenzo, Mercedes
y Carmela. Ya habían perdido otros tres. El hambre y las enfermedades no
perdonaban.
En 1935, gracias a un consejo de una buena
persona, su vida profesional cambió por completo. Ante previsibles cambios en
los juzgados le sugirió que ya que era un joven muy espabilado y con
inquietudes de mejorar, que se preparara y estudiara para sacar la acreditación
profesional de secretario judicial. Consiguió los temarios y durante unas
semanas, cada noche cuando volvía de su trabajo en el campo, junto a su
compañera Mercedes que le repasaba, Manuel se preparó el examen. Sin muchas
esperanzas se presentó en la Audiencia de Granada el día de la prueba ya que
tenía que vérselas con jóvenes de adineradas familias que seguro que estaban
mejor preparados y que hasta entonces eran los únicos que accedían a estos
puestos. Después de pasar por el Tribunal y cuando vio las calificaciones se
dio cuenta que la suya era de las mejores. Así se vino bajo el brazo con su
título. Efectivamente, tal y como le habían dicho, los juzgados se modificaron
en todo el país y así tuvo oportunidad de empezar a trabajar como secretario
judicial interino, en su propio pueblo. Unos meses después tras un concurso
oposición donde se presentaron varios candidatos obtuvo en propiedad la plaza
de secretario de juzgado en Marchal.
Desempeñó las labores de responsabilidad
que exigía este cargo con total profesionalidad y no se dejó amedrentar por los
que siempre imponían sus voluntades. Participó activamente en los procesos de
colectivización y experiencias cooperativas que se dieron en Marchal con la
instauración de la República, ocupando puestos de responsabilidad. Tras el 18
de julio y la huida de los caciques asumió también la responsabilidad de secretario
del ayuntamiento. A la vez, su hermano LUIS VALENZUELA POYATOS fue nombrado
alcalde pedáneo del Marchal. Si ya tenía enemigos por su militancia y
compromiso político, aumentaron por cómo desarrolló su actividad profesional
siempre al servicio de los más débiles. Pudo desempeñarla hasta el fin de la
guerra ya que Guadix y la comarca no cayeron en manos fascistas hasta el 28 de
marzo de 1939.
Gracias a su ayuda fueron varios los
derechistas de su pueblo, incluido el cura, que salvaron la vida por su mediación.
También ellos formarían parte de la denuncia falsa que le llevó a la muerte. La
guerra le pilló ya con treinta y un años y delicado de salud, por lo que su
actividad profesional y política se centró en la comarca y en la zona bajo
control republicano, donde tuvo puestos de responsabilidad. Además de ser
dirigente del PSOE, de la UGT y de la Colectividad en su pueblo, participaba de
las reuniones con todos los demás dirigentes comarcales y por su profesión, era
frecuente su presencia en Baza, junto al gobernador. Además, teniendo en cuenta
que Guadix se convirtió en el centro militar operativo de la provincia también
hubo de ayudar en el Comité de Defensa aunque nunca tuvo responsabilidades
militares directas.
Ante la inminente caída de las resistencias
Manuel se vuelve para el pueblo. El temor por lo que le pudiese pasar a su
familia pudo más que su propia integridad. Tras la derrota definitiva del 1 de
abril, se escondió en diversos sitios pero siempre cerca de los suyos, a los
que todas las noches iba a ver. El 12 de abril, lo fueron a buscar los
falangistas a la cueva donde se refugiaba. Fue conducido a Guadix, donde
después de ser interrogado y maltratado fue enviado a la cárcel de Guadix y
posteriormente a la prisión que habían habilitado en la Huerta de las
Castañedas, en una finca de un particular, donde llegaron a estar recluidos
hasta cincuenta y dos personas en tres habitaciones. De aquí, tras pasar por el
auditor de guerra que le pidió la pena de muerte por el delito de auxilio a la
rebelión, fue conducido el 4 de junio a la Ermita de San Antón donde esperaban
los condenados a muerte. Los que solo tenían petición de cárcel acababan en la
Azucarera San Torcuato. Todo quedaba entre santos.
Tras nueve meses de detención, enfermo, el
contacto directo tan solo en contadas veces con su mujer y sus hijos, el no
poder abrazar a su quinta hija, Carmen; tras innumerables gestiones ante todas las
instancias y ante todas las autoridades civiles, militares, de Falange, de la
iglesia, etc. para pedir justicia ya que había quedado más que contrastado,
incluso por los propios denunciantes, que los hechos de los que se le acusaba
eran falsos y con tan solo 34 años, fue conducido la madrugada del día 12 de
enero de 1940 al cementerio de Guadix, donde junto a cuatro compañeros más,
JOSÉ GARCÍA MESA, GABRIEL HERNÁNDEZ LÓPEZ, ANTONIO MADRID ARENAS Y JOSÉ ORDOÑEZ
GUTIERREZ fueron fusilados a las siete de la mañana, con la cabeza bien alta,
sin venda en los ojos porque quiso mirar a la cara a sus verdugos, pensando en
los suyos y en su querida República. Sus cuerpos, a los que no pudieron acceder
los familiares, fueron tirados en la fosa común. Fosa ya ocupada no sólo por
los sin familia, los mendigos, los infieles o los que no se les permitía su
entierro en camposanto, sino por unos cuantos compañeros más, fusilados tiempo
antes, a los que se les unirían bastantes más en los meses venideros,
ejecutados oficial y extraoficialmente. Se calcula que más de ciento sesenta.
La placa con sus nombres colocada en el monumento de homenaje erigido a los
republicanos muertos por la libertad, en el cementerio de Guadix, deja clara
constancia de ello. Aún faltan bastantes por identificar.
Mercedes, su mujer y sus hijos de 8, 7, 5,
2 años y la más pequeña de dos meses, se enteraban horas después, cuando se
dirigían a la ermita de San Antón a llevar la comida a su marido, como cada día
. Les pararon por el camino y les dijeron que no hacía falta que siguieran que
ya todo había acabado. A la vuelta, en su pueblo, fueron recibidos por algunos
vecinos con gritos de júbilo por el ajusticiamiento y con la amenaza de
ensartarlos con una horca para así acabar con la semilla de los Valenzuela.
Después vendrían décadas de persecuciones y dificultades. También de compromiso
político. Una batalla diaria de subsistencia que condujo a toda la familia a
Barcelona donde salió adelante gracias a la energía inacabable de Mercedes, sus
hijos y la presencia siempre del recuerdo de Manuel”
Esta es parte de la
"recreación" que realiza el autor de la carta de despedida que su
abuelo escribió horas antes de ser ejecutado en el cementerio de Guadix y que
forma parte del libro "ME LO DECÍA MI ABUELITO" . El original no
llegó a manos de su viuda tal y como el cura le había prometido como treta para
conseguir doblegar su voluntad de no confesarse antes de ponerse frente al
pelotón de fusilamiento.
“Mi queridísima Mercedes, ha llegado el día
tan temido por todos nosotros. Se ahogaron las escasas esperanzas de clemencia.
Me encuentro en capilla, junto a cuatro compañeros más. Los cinco seremos
ejecutados a las siete de la mañana. Se acabaron las penalidades para nosotros,
pero desgraciadamente proseguirán las vuestras. Cuando leas esta carta si es
que llega a tus manos, como me prometió el cura, este martirio habrá finalizado. El cementerio, si no sucede
algo extraño, será nuestra nueva morada. Solo espero que, como dicen, haya una
vida más allá para seguir dándoles guerra y proseguir el camino liberador
iniciado y que ha supuesto el sacrificio de nuestras propias vidas y el
martirio de tanto inocente. Por mucha barbarie que sigan haciendo no podrán
parar el tren de la historia. Los desposeídos acabarán siendo los dueños de su
propio destino. Se acabarán los amos y los dioses. Estos ideales de justicia
social a los que con tanta ilusión abrazamos miles y miles de personas en
nuestro pobre país, acabarán por desplazar el terror y la explotación humana.
Me matan por mis ideas no porque haya
cometido ningún crimen. Ya sé que tu pena y el sufrimiento de nuestros queridos
hijos será enorme, pero quiero que siempre vayáis con la cabeza bien alta y
orgullosos de mí. Conserva todas las
notas que te he escrito para que el día de mañana nuestros hijos puedan
comprender lo que le han hecho a su querido padre. Explícales las razones
profundas de este martirio. Procura que estudien y se conviertan en personas de
provecho y sepan defenderse en la vida mejor de lo que lo ha podido hacer su
padre. Ya llegará el momento de pedir cuentas y que resplandezca toda la
verdad.
A mis hijos no puedo dejarles más herencia
que mi ejemplo y mis ansias de libertad. Espero que lo hagan suyo y que lo
transmitan a sus hijos también.
Manuel Valenzuela Poyatos, junto con todos
los compañeros que fueron ejecutados en Guadix y sus familias, esperan la
verdad, la justicia y la reparación por lo que se hizo con ellos y con nuestro
país.
Esto es lo que hemos vivido hoy en El
Marchal. Un acto presentado por Juan Pinilla (prologuista del libro) que ha
contado con las intervenciones de Alberto Valenzuela (el autor), Lorenzo Valenzuela (su padre), Tania
Valenzuela (su hija) y Magdalena Ordoñez
(hija de uno de los compañeros fusilados junto a su abuelo) y la aportación
musical de Juan Pinilla, acompañado a la guitarra por David Caro, Lucia Socam y
el grupo Gente del Pueblo.
Hoy se ha cumplido el último deseo de
Manuel, que toda su familia vaya “con la cabeza bien alta y orgullosos de mí”…
“Ya llegará el momento de pedir cuentas y que resplandezca toda la verdad”
En palabras de Alberto Valenzuela
reclamamos la necesidad de que “El espacio sea declarado Lugar de la Memoria
Histórica por la Junta de Andalucía porque hasta que sus cuerpos no sean
rescatados, identificados y entregados a las familias, el capítulo no estará
cerrado y podremos decir que por fin descansan en paz. 76 años después seguimos
esperando”.
En Izquierda Unida de Guadix también seguimos
esperando que el equipo de gobierno cumpla, de una vez, con los acuerdos de la
moción de Recuperación de la Memoria histórica aprobada en el pleno del mes de
Julio de 2015: el señalamiento de los lugares de memoria, la eliminación de la
simbología fascista así como de los nombres de las calles de nuestra ciudad que
siguen teniendo referencia franquista.
Seguimos pidiendo VERDAD,
JUSTICIA Y REPARACIÓN.