Debemos felicitarnos por
haber logrado que un tema como el de la memoria histórica, que siempre ha sido
una especie de tabú en nuestra ciudad y comarca, se haga visible y motive la
discusión y como no, la controversia.
La moción presentada por IU y apoyada por otros grupos del consistorio accitano sobre la memoria histórica, la retirada de simbología franquista y la dignificación de espacios como la fosa donde fueron a parar más de un centenar de republicanos/as de nuestra comarca que murieron ejecutados/as tras la finalización de la guerra; así como el recordatorio realizado a los/as responsables municipales en cuanto al cumplimiento de los acuerdos que contempla esa moción, ha generado reacciones diversas.
De entrada, se dio un
intento por parte del grupo socialista de apadrinar en exclusividad este
acuerdo, con despliegue mediático e incluso desembarco de dirigentes y doctos
en la materia. Con posterioridad hemos podido asistir a una salida en tromba
tanto por el PSOE como por parte de la Asociación Granadina por la Recuperación
de la Memoria Histórica, dando explicaciones sobre la concreción de dichos
acuerdos y defendiendo el buenhacer
de los/as responsables municipales. Por cierto, aprovechamos desde aquí para dar
las gracias a esta asociación así como a algunas otras que han mantenido viva
la llama de la Memoria Histórica y de la reivindicación de VERDAD, JUSTICIA Y
REPARACIÓN acerca de aquel período de nuestra historia que muchos/as desearíamos
que nunca hubiese existido y otros, que no se recuerde.
No tenemos un afán
exclusivista ni de revancha. Queremos sencillamente que se cumpla la ley. La
Ley de Memoria Histórica está en vigor y de ella salen unas obligaciones que
muchas administraciones no han querido cumplir o sencillamente han ido largas.
Nuestra moción no es una ocurrencia, recoge
esos preceptos legislativos que, como hoy no se cansan de repetir para otras
situaciones, son de obligado cumplimiento. También porque creemos que es de JUSTICIA para con los/as
represaliados/as por el franquismo, sus familias y todas las víctimas del
franquismo que han de sufrir un menosprecio evidente, incluso 75 años después.
También en Guadix y su comarca.
Asistimos a opiniones
públicas que manifiestan su rechazo a este tipo de mociones y a volver a traer
a la palestra este pasado que también forma parte de la historia de nuestros
territorios. Todas las opiniones son respetables. Sabemos que no serán las
últimas. El tema es complejo ya que, tal y como algunos/as también remarcan
continuamente, la explicación histórica suele estar muy condicionada. Así ha
sucedido también en nuestra ciudad. Creemos que ya es hora que se visualicen
otras opiniones, otras versiones de todo lo acontecido y que tomen la palabra
los/as que hasta hoy han de moverse entre sombras. Con naturalidad, normalidad y
respeto. Para poder conocer, aprender y evitar la repetición de errores. No
para saldar cuentas.
Hay quien nos acusa de
parcialidad a la hora de analizar los hechos históricos, de unilateralidad.
Está claro que nuestra visión también tiene que ver con nuestro posicionamiento
político y con la autoconsideración de herederos/as de aquellos/as luchadores/as que
defendieron y dieron sus vidas por defender la legalidad republicana. Otros/as,
quizá, se sienten más cercanos/as a otros estamentos y enfoques, y buscan sus
fuentes de información en archivos
históricos diocesanos, archivos de represaliados o en los sumarios militares,
por lo visto panaceas de la objetividad, aunque no al alcance de todos/as.
También hay que repite
hasta la saciedad que no es bueno revolver el pasado pero nos obsequian con
manuscritos pseudohistóricos para recordar “los desmanes de las hordas rojas”
en nuestras comarcas. También podemos encontrar estudiosos que nos traen a
nuestros días el que en 1587 el obispo de Guadix autorizó al ermitaño de San
Antón a pedir limosnas, pero que quizá no le otorguen el mismo valor histórico
al hecho que, finalizada la guerra, la ermita de San Antón se convirtió en la
cárcel donde fueron a parar la mayoría de los/as republicanos/as que acabarían
fusilados/as en los muros del cementerio de Guadix y hoy se encuentran bajo
toneladas de tierra en la fosa común.
También habrá quien vea la
petición de retirada de símbolos franquistas o el cambio del nombre de las
calles como una manera de destruir el rico patrimonio cultural de nuestra ciudad
o de desprecio o manipulación del pasado histórico. Quizá la visión de este
arte no le incomode tanto como a muchos/as otros/as que tuvieron que sufrir el yugo,
las flechas y los himnos patrióticos a lo largo de décadas. Todas las opiniones
son respetables. Sin embargo, en Alemania o Italia no se les ocurre tolerar
determinadas simbologías por mucho que, en realidad, sus orígenes sean romanos
o mesopotámicos.
Quizás también a algunas
personas les resulte ofensivo que se realicen homenajes públicos a conciudadanos/as
que fueron asesinados/as, la mayoría, por sus ideas políticas o por haber
desempeñado cargos públicos para los que habían sido elegidos/as, todo ello dentro
de un sistema constitucional legítimo y refrendado por la inmensa mayoría de la
población española. Es posible que a algunas personas, de bien, incomode el que
se acabe con la triste tradición de homenajear a escondidas y casi en silencio,
a una buena parte de conciudadanos/as que se encuentran enterrados/as en un lugar
discreto del cementerio y del que muchos/as desconocen siquiera su existencia. Es
respetable que se opine así, pero también estamos quienes creemos que hay que
dignificar aquel sacrificio y mostrar a la luz pública una parte muy negra de
nuestro pasado. Estamos orgullosos/as de contribuir a ello.
También es factible que
muchas personas acepten con naturalidad la intervención de los poderes y
autoridades eclesiásticas en nuestras
vidas, también en la política. Nosotros/as somos más partidarios/as de cumplir el
precepto constitucional del aconfesionalismo del estado y de las instituciones.
La laicidad es un ejercicio práctico y coherente. También la política. Estamos
en ello.